Ale Arbelo. “El vínculo que ya no se puede romper”

7 de junio de 2022

Opinión

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Corría el 1 de junio del 2021. El CD Tenerife anunciaba de manera oficial la renovación del técnico Luis Miguel Ramis. Lo hacía con una comparecencia de prensa junto al director deportivo Juan Carlos Cordero. Se trataba el nuevo Tenerife que quería construirse. El del futuro. Se debatía sobre la no continuidad de jugadores como Kakabadze, Joselu o Apeh. Al capitán Suso Santana ya se le había comunicado que no se contaba con sus servicios sobre el terreno de juego. A los pocos días de esa comparecencia ante la prensa, el conjunto blanquiazul anunciaba la llegada a la isla del mediocentro del Badajoz que terminaba de disputar la eliminatoria por el ascenso de categoría sin éxito: Álex Corredera sería la primera cara nueva de este Tenerife.

Un año más tarde, el CD Tenerife se ha plantado en la final por el ascenso a la liga de las estrellas. Lo ha hecho tras brindar a sus aficionados, la que probablemente haya sido la eliminatoria que más se recordará en el seguidor birria. La temporada ha sido casi perfecta. Ha costado, pero el seguidor ya se acostumbró al fútbol de hormigón de los isleños. Y así se plantó en playoff. Ese playoff donde ha convivido durante todo el curso liguero, sin dudas y con autoridad. Siendo el mejor visitante de la categoría y hasta la última jornada peleando por convertir a su portero Juan Soriano en el Zamora de la liga.

Sin embargo, el conjunto blanquiazul llegaba a esta fase decisiva del campeonato con dudas. Las habían sembrado las tres derrotas consecutivas con las que ponía punto y final a la fase regular de la competición. Se incluía el inesperado vuelo de los tres puntos que ponía en juego en el Heliodoro Rodríguez López en la última fecha ante un rival que ya había realizado los deberes. Este inesperado traspiés supuso la pérdida de la cuarta posición que te otorgaba el privilegio de tener el factor cancha para la vuelta de esa primera eliminatoria. Para colmo de males (esto pensaría el seguidor), te tocaba disputar las semifinales ante la UD Las Palmas que te birlaba la posición y se ganaba el jugar la vuelta ante los suyos. Lo hacía tras llegar al final de la liga con una racha de once partidos sin conocer la derrota.

Cuando todo era un mar de dudas, apareció el mejor Tenerife. Ese Tenerife que durante toda la temporada se ha peleado con poderosos del fútbol de Segunda como los ascendidos Valladolid y Almería o el propio Eibar. Lo hizo para brindar a sus seguidores la eliminatoria de sus vidas. Esa que recordarán por vida. Ganarle, aquí y allí, y además sin excusas. Siendo mejor y demostrándolo. El pasar a la final tiene premio. Pero más que el deportivo, que lo es, el volver a ganarse a su seguidor.

Ese sentimiento de tinerfeñismo que se había quedado en el aeropuerto de Los Rodeos con la eliminatoria fallida ante el Getafe años atrás, volvió a aparecer. Se creó un vínculo de unión entre el jugador, técnico, y afición que hacía años que no se veía. El ambiente vivido en el partido de ida jugado en el templo blanquiazul, sirvió para coger la fuerza necesaria y disputar la vuelta sin temor. Como reza el himno. El himno de ese club que este año está de Centenario y quiere celebrarlo con un ascenso. Ese ascenso que merece esta institución e isla. Porque cree, lucha, sobrevive a las adversidades que se le presentan y solo así será capaz de conseguirlo.

En estas líneas no me leerás recordarte que nunca se ha ascendido a Primera en casa. Que siempre ha sido fuera de casa y en ciudades como Almendralejo, Sevilla o Girona. Que los años pares no consigue el club blanquiazul éxitos. Me leerás confiar en esta plantilla, en estos jugadores, en celebrar el 19 a las 22 horas el ascenso. Está a dos partidos de conseguirlo. Algunas estadísticas son esquivas, pero ya saben aquello de… están para romperse. Apoyar y luchar, transmitir. Esto es lo que tiene que hacer el aficionado en estas dos semanas que serán interminables a la vez que maravillosas. Y con un resultado. El que tú y yo queremos para nuestro Tenerifito…