Stadium Tenerife
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Dani Hernández. “Mascarillas, entre contraindicación e inconsciencia”

Cada publicación del Boletín Oficial de Canarias ya se espera en el mundo del deporte, sobre todo entre futbolistas y futboleros, como si de un sorteo de Champions League se tratase. Máxima expectación pese a que luego te lleves el chasco de que te toque el ‘coco’.

La obligatoriedad del uso de mascarilla durante el ejercicio físico, también al aire libre cuando hablamos de deportes en los que no se pueda mantener la distancia de seguridad, ha sido uno de los temas más candentes de las últimas semanas en Canarias. Gran parte de los agentes que conforman el deporte se han opuesto con rotundidad al uso de la EPI al entender que dificulta la respiración y podría ir en contra de la salud del propio deportista.

Algunos han abogado por el “que sí, que sí, que yo me la pongo”, pero de aquella manera, cual gargantilla; aprieta (sobre todo en las orejas), pero no ahoga. Durante las últimas semanas, desde que se retomó la competición, los jugadores saltan al terreno de juego con ellas bien puestas hasta que, el árbitro pita; ahí pasan a la barbilla.

A modo de paréntesis. Los colegiados parecen ser los más respetuosos con la norma; no obstante, son los más que se exponen al tener que bajarse la mascarilla cada vez que tienen que pitar llevándose el silbato a la boca y con la mano que ha tocado un balón que ha sido manoseado por los jugadores. Todo mal.

El debate está en si es más irresponsable el que se pone el citado elemento de protección de ‘sujetapapadas’ o el que lo mantiene bien colocado durante la práctica deportiva (se busca y ofrecen recompensa por dar con ese ciudadano ejemplar). Y es que son muchas sociedades científicas las que sostienen su uso para evitar el contagio de la Covid-19, siempre y cuando no hablemos de un contexto que conlleve esfuerzos intensos o vigorosos.

Que se lo digan a Blas Trujillo, consejero de Sanidad del Gobierno de Canarias. Ante una enmienda de la oposición presentada en la última sesión plenaria celebrada en el Parlamento, el economista sacó a pasear un informe (o corta y pega) en el que acabó traicionando el firme posicionamiento del ejecutivo del que forma parte. Por un lado, avaló la teoría del uso; después, la echó por tierra al pecar de literalidad.

En su respuesta, a la postre rebatida por el nacionalista Jonathan Felipe, se refirió a la Asociación Española de Pediatría, ente que sostiene que “las mascarillas son válidas excepto para aquellas actividades que tienen un ejercicio intenso que pueda dificultar la respiración”. No quedó ahí y lo empeoró con la evidencia de la OMS, que “desaconseja el uso del elemento EPI en actividad intensa y vigorosa, ya que puede reducir la capacidad de respirar cómodamente”.

Ahora bien, exceptuando el ajedrez o los eSports, ¿qué deporte no requiere de intensidad o vigorosidad durante su práctica?

Que siga dando vueltas el bombo, sin bolas, pero con una papa caliente (otra más) que también ha fracturado al sector de la actividad física. Falta contundencia y claridad de los políticos, que la intensidad, si los dejan, la ponen los deportistas.

Periodistas, ex deportistas y gente relacionada con el ámbito del deporte, que dan su opinión o realizan análisis como invitados de Stadium Tenerife.

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